Viajar nos convierte en peregrinos sin fronteras.

Aunque un peregrino es un viajero movido generalmente por una motivación religiosa, quise hacer el símil con los viajes porque viajar puede llegar a convertirse en una religión, en el sentido de los sentimientos de veneración que inspira a algunas personas.

Si eres asiduo a los aeropuertos (experiencia que por cierto no es nada placentera en sí misma), notarás que aunque reina la incomodidad por las largas horas de espera, no se refleja totalmente en la cara de la generalidad de los viajeros. Y es que los viajes ilusionan por igual a hombres, mujeres y niños y la expectativa del viaje, diluye cualquier incomodidad presente.

Suelo inculcarle a mi familia la verdad de que “somos ciudadanos del mundo”. La realidad es que no hay fronteras reales entre los pueblos, sólo están allí por razones organizativas y políticas.

Cuando se viaja por placer, la ilusión del viaje nos inspira para ser más abiertos, más tolerantes, más creativos. Si el idioma es otro, nos preocupamos por aprender algunas frases en ese idioma antes de viajar, si las condiciones climáticas son otras, cambiamos totalmente nuestra forma de vestir. Es decir que cada una de nuestras vacaciones significa una vivencia diferente, usualmente rica en experiencias positivas que ayudan a nuestro crecimiento emocional y espiritual.

A pesar de que los viajes representan una inversión generalmente alta, el placer generado por la experiencia de los mismos nos hace planificar el siguiente desde el mismo momento del regreso. Por eso cada vez es más popular la idea de pertenecer a un club de vacaciones que nos abarate esos costos y poder tener la garantía de repetir la experiencia de viajar más a menudo.

Me encanta sentirme peregrina sin fronteras. Sé que estoy de paso por este mundo, así que ¿por qué quedarme siempre en el mismo lugar? Como “ciudadana del mundo” tengo derecho a recorrerlo. Viajar ayudada por un club de vacaciones me mantiene inspirada en el placer de recorrer otras latitudes de mi mundo.

No pretendo menospreciar las raíces. No es que quiera convertirme en nómada. Sé que para la estabilidad de mi familia debo estar residenciada en algún país, pero me gusta saber que es sólo circunstancial.
Las vacaciones a otros países me hacen sentir renovada, ilusionada en descubrir nuevos sectores de mi mundo para luego volver al que actualmente ocupo y revalorarlo. Por eso viajar me hace sentir una peregrina sin fronteras.


Saludos,

Aura Naveda
http://www.ViajesyPlacer.com
“Vivir debe ser algo más que existir”
¡Disfruta las Maravillas que nos Regala Dios!
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